Parece como si la serie hubiera querido homenajear a las madres, a unas semanas de que se celebre su Día. Eso es lo primero que he pensado después de ver La Casa de Negro y Blanco y observar todos esos ejemplos de maternidad tan distintos, compartiendo un denominador común: el sufrimiento. La maternidad es una dura prueba para los personajes femeninos de 'Juego de Tronos'. Y se entiende y se vive de muchas maneras, pero nunca plácidamente.
Las madres mandan en este vibrante y perfectamente sincronizado capítulo. Todas tienen su momento estelar: la madre de dragones y a la vez Mysha de hijos a los que tampoco llevó en su vientre; la de niños con mortajas de oro, muertos incluso antes de estarlo o el fantasma de la madre muerta que pervive a través de una promesa. O la niña que es su propia madre (y su propio padre) y, en resumen, todas las madres que buscan venganza. Aunque el precio sea la guerra.
Los Stark son la clave
Nada más comenzar, la primera alegría. Por fin sabemos de la otra Stark, esa a la que dejamos embarcada, armada con una moneda y su Aguja, surcando el Mar Angosto camino de Bravoos. El plano de Arya ha abierto el capítulo; después ha sido el plano el que se iba abriendo para llenarnos los ojos abarcando cada vez más paisaje y cada vez más altura, hasta la inmensidad del Titán que vela por los ciudadanos de Bravoos.
También de la Casa-Templo para la que, una vez más, Valar Morghulis ha sido la clave: la moneda que le compró un pasaje hasta allí es la misma que ha abierto a Arya las puertas negra y blanca y al misterio que ocultan. La misma moneda que le dio el mismo hombre -Jaquen H'gar- con el que se reencontrará al final del capítulo. O eso parece. Porque un hombre no es su nombre ni siquiera su rostro, como nos demuestra el rostro cambiante con el que el capítulo nos da su dosis de fantasía y nuevos interrogantes.
Un hombre es más que su nombre y vale tanto como su honor en algunos casos. El mismo que empuja a Brienne de Tarth a enfrentarse a los hombres de Meñique en ese inesperado reencuentro -"¿qué hace una lady como tú en un sitio como éste?"- y a la vez golpe de suerte para ella y Podrick. Después de que le ofreciera su espada a Sansa para cumplir la promesa hecha a su difunta madre y ésta la rechazara tras el alegato de Petyr Baelish a favor de "La Familia", su misión ha cobrado un nuevo sentido. Y viendo cómo se defiende en combate -tan bien como hiciera con el perro- puede que un papel fundamental a largo plazo interrumpiendo los planes de Meñique.
Porque Sansa Stark no sólo se ha cambiado el color del pelo, también su mirada y su actitud son distintas. Después de todo lo vivido, parece dispuesta a asumir su papel en el juego y a meterse de lleno en la estrategia. Al fin y al cabo, ella, como Jon Snow para Stannis Baratheon, podría ser la llave que abre el camino al Norte. Claro que para eso hay que ser Señor (o señora) de Invernalia, un título que El Rey en el Norte ofrece a Jon para hacerse con lo que los salvajes no quieren darle. El mismo que codicia Petyr Balish para sí mismo.
Para Jon Snow no es coherente aceptar el puesto y gobernar Invernalia siendo un traidor que ha olvidado el juramento que hiciera ante Los Siete los Arcianos, aunque eso le permitiera ser por fin un hijo legítimo, un Stark. Pero sí tiene más sentido empezar otro liderazgo siendo un héroe, como lo es ahora en la Guardia de la Noche.
Y su triunfo se debe tanto por méritos propios durante su intervención en el ataque al muro, como al alegato de Sam -brillante su intervención, que justifica con creces que haya personajes que no luchan con una espada en la serie- que ha provocado su entrada a última hora en las elecciones y su nombramiento como el Lord Comandante nº 998 de la Guardia de la Noche. ¿Le dificultará la labor a Stannis, él que lucha contra la gente cuyo honor Jon defiende?
Y en el sur claman venganza
"¿Nuestra hija está en peligro y tú te preocupas de que hable demasiado alto?""Nadie puede saber que es nuestra hija."
Cersei y Jaime Lannister.
Al sur, mucho más al sur, "tan al sur como sea posible" va a viajar Jaime en misión diplomática. Y es que su hermana y él han hecho recuento (secreto) de hijos y el balance empieza a ser preocupante: una baja, un secuestro y un matrimonio que une sin remedio su destino al de los Tyrell. Tras recibir un claro mensaje desde la lejana Dorne del peligro que podría correr allí Myrcella, la prometida del hijo del Príncipe pero también una Lannister entre los Martell, Jaime decide reclutar un equipo especial -empezando por Bronn, a quien es fácil comprar- para traer a su hija de vuelta a casa.
Además de como madre, a Cersei tampoco le va bien como reina regente, mano del rey en funciones o, simplemente, consejera real, cualquiera que sea su cargo ya. Algo que ni su tío -hermano del difunto Tywin- que probablemente esté al tanto de lo que el apellido Lannister oculta, entiende. Por eso rechaza ser "su títere" y el comandante de guerra de Tommen, el nuevo rey (por ahora). Aunque Cersei cuenta con Qybur y sus artes oscuras para ayudarle a anticiparse a los movimientos de sus enemigos como Maestro de Susurros. Y con Meryn Trant para cazar enanos.
Movimientos como el que se está iniciando en Dorne: sí, por fin hemos podido descubrir las localizaciones españolas de la serie. Primero las hemos visto en la mirada llena de tristeza pero también rabia de Ellaria Arena observando a Myrcella jugar a las princesas en ese Alcázar de Sevilla que se han transformado por la magia de HBO en los Jardines del Agua. Allí, un Príncipe se sienta a ver la tragedia pasar, mientras una viuda clama venganza. Ellaria está dispuesta a derramar tanta sangre como la que derramó el asesino a sueldo de los Lannister, La Montaña, el asesino de Oberyn, de Elia y de sus hijos. Y cuenta con un ejército de serpientes.
El retorno del hijo pródigo
Sin duda la madre más sufrida de todos es Daenerys. Los Hijos de las Arpías y su enfrentamiento con los ex-esclavos está dilatando sus planes y dificultando su gobierno. Después de escuchar a su consejo, que se debate entre la prudencia -siempre- de Barristan Selmy, que apela al ADN Targaryen para llamar a la cordura y evitar males mayores y la declaración de una guerra abierta, para mostrar un mensaje contundente.
Aunque Danny intenta deberse a una máxima más o menos justa "la ley es la ley" (o sea, para todos) su decisión de ejecutar al liberado que se tomó la justicia por su cuenta no ha sido nada popular y sus hijos se le han rebelado, hasta el punto de tener que salir escoltada como un árbitro de un Barça-Madrid polémico. Pero es el coste de no querer ser una reina populista. Ante todo, ella quiere reinar con justicia. Aunque el concepto justicia empieza a ser difícil de definir. Suerte que Varys y Tyrion podrán ayudarle con eso.
La pareja -candidatos al nuevo dúo cómico de la serie tras el fin de "Las Aventuras de Arya y El Perro"- sigue embarcada en el viaje a Meereen vía Volantis para cumplir con su misión en la sombra: aupar a la Targaryen al trono. Conscientes de vivir en una caja, como el reparto de un Freak Show, también entienden que aunque sean invisibles ante los ojos de los demás, su participación en el Juego es vital. Alquien como ellos -un eunuco o un enano- nunca subiría al trono, pero tienen en ellos las virtudes que se necesitan y la experiencia que le falta a Daenerys para gobernar con diplomacia.
Al menos la madre sufridora ha tenido una alegría en todo el capítulo, viendo a su hijo perdido. Drogon ha reaparecido majestuoso para darnos el broche final del que ha sido un ejercicio perfecto de narrativa: las tramas parecen girar en círculos concéntricos alrededor de una misma órbita, en perfecta sincronía y sucediéndose e implicándose unas a otras, como si la misma fuerza (¿el poder que ejerce el Trono de Hierro?) les afectara.
Cada escena anticipa la siguiente, formando un todo perfectamente hilado. Como esa socarrona frase de Tyrion "¿qué va a hacer, matar a todos los enanos?" seguida de una cabeza decapitada cayendo ante la mirada decepcionada de Cersei. O la serpiente, tan presente en el capítulo, primero como portadora de una velada amenaza para aparecer poco después adornando el puño cerrado de ira de Ellaria o en el siseo de los libertos de Meereen, que muestran así su rechazo a Daenerys.
En ¡Vaya Tele! | Juego de Tronos (5ª temporada)